El estirao, era objeto de gran parte de las bromas que solíamos gastar, y un día le gastó una su cuñado.
Lo llamó para decirle que les había tocado el premio gordo de la lotería, en un décimo que llevaban a medias. El estirao loco de contento, se despidió de la empresa, y se fue a la BMW a comprarse un coche, identificándose como premiado en la lotería.
Al día siguiente tuvo que ir a Guarnieri a decir que anularan el pedido, y en la empresa, a solicitar ser readmitido.
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