Habíamos vuelto a la oficina de calle Vendeja, estando ya en Seguros Argüelles, y un día las compañeras decidieron hacer una sesión de espiritismo.
Me llevé una emisora de FM, y oculté el receptor dentro de un altavoz desenchufado.
Sisso hablaba por el altavoz cuando lo avisé, y las compañeras estaban muertas de miedo.