Paco Cuenca era un artista pidiendo dinero a los compañeros.
Un día compró un par de docenas de ambientadores, que se enroscaban en el micrófono de los teléfonos fijos (en aquella época no existían los móviles) y se los regaló a todo aquél que creía podía sablear, pidiéndole dinero.
Incluso Peggy comentó, lo caro que les iba a salir el ambientador a quienes lo aceptaron.
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