Hubo un periodo de tiempo, durante el que la Dirección General de Seguros, nos IMpuso un director general de los Madriles, que vino con su señora esposa a nuestra Central. Ambos encantadores.
La esposa eligió a la Golda Meyer y allá que se la llevaron a la tercera planta, a un despachito donde luego Ricardo escondía el vino bajo llave, y se tiraban días enteros una dictando notas técnicas, y otra pasándolas a máquina, junto a una caja de tipex.
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